Hay numerosos alimentos que contienen probióticos, algunos tan comunes como el yogur, las aceitunas aliñadas o algunos quesos (los que son elaborados con leche cruda), otros alimentos probióticos son menos conocidos pero tienen efectos muy positivos para la salud como el kéfir, el miso o la kombucha.
Los alimentos que contienen probióticos son principalmente los alimentos fermentados. Numerosos estudios han demostrado que la fermentación llevada a cabo por los microorganismos favorece no solo la conservación de los mismos sino que también incrementa su digestibilidad (Caplice and Fitzgerald 1999). Además, estos microorganismos contribuyen a aumentar la diversidad de la flora intestinal.
Entonces, si existen tantos alimentos que contienen probióticos ¿es necesario tomarlos en suplementos? Pues sí, por una sencilla razón: Durante el paso por el estómago, los ácidos estomacales destruyen la mayor parte de los probióticos contenidos en los alimentos. Los probióticos en cápsulas, en cambio, están protegidos de los ácidos del estómago y son una garantía de que los microorganismos lleguen vivos a nuestro intestino.
Algunas cepas de microorganismos probióticos son más resistentes que otras, se sabe que las cepas que han sido aisladas de alimentos fermentados toleran mejor los cambios de temperatura pero sobreviven peor en el tracto gastrointestinal. Por el contrario, los probióticos que originariamente fueron obtenidos del intestino de un donante, sobreviven mejor en los pacientes (Klein et al., 1998). Aun en el caso de las cepas más bien adaptadas, la proporción de microorganismos probióticos que son destruidos por el pH del estómago es muy elevada y por eso es recomendable su administración mediante la protección de cápsulas u otros medios.
Otra opción que se está desarrollando en los últimos años para mantener la viabilidad de los probióticos tras su paso por el estómago, es la microencapsulación, una técnica para crear pequeñas partículas (de menos de un milímetro de diámetro) en las que los microorganismos quedan protegidos de los ácidos estomacales mediante una película compuesta por las mismas sustancias que se utilizan en la elaboración de alimentos para la alta cocina, por ejemplo alginatos, pectinas o polímeros de carbohidratos (Bepeyeva et al., 2017).
Por el momento, sólo se han desarrollado unos pocos probióticos microencapsulados para ser añadidos a los alimentos (Coghetto et al., 2016). La microencapsulación no siempre mejora la viabilidad de los microorganismos, puesto que cada cepa de probióticos requiere unas condiciones de microencapusulación distintas y hay que encontrar las condiciones óptimas para cada una de ellas. Otra limitación de las microcápsulas es que pueden reducir el contacto de los microorganismos con las paredes del intestino reduciendo así la capacidad para adherirse a estas.
En resumen, es muy recomendable ingerir alimentos ricos en probióticos, como son los fermentados, para obtener una flora intestinal rica y diversa. Además, complementar la alimentación con probióticos encapsulados, nos permite asegurar un aporte de probióticos que llegarán a nuestro intestino sin ser destruidos por los ácidos estomacales.
Leave A Comment